Estar en el mundo de la psicoterapia es como comenzar un viaje, hace que uno visite nuevos lugares que permiten puntos de vista diferentes. San Agustin decía que el planeta tierra es como un libro y que, quien no viaja solo lee una primera página. La ampliación de ese horizonte ya no está basado en un conjunto de paisajes sino en formar al menos en esta expedición el ser parte de la comprensión de una totalidad de cosas, personas y casos que como el propio sistema integrativo familiar, colectivo o universal salen a la luz si uno se lo propone.
Y es así como siempre en psicología se habla de que el mapa no es el territorio pero ahora que intento ser cartógrafa y me adentro en este espíritu de exploradora esas nuevas realidades aparecen. Y, el individualismo occidental que nos hacía creer que eramos el eje del mundo pasa a ser un “que es todo lo demás que gira con nosotros” o incluso iría un paso más allá: que lo demás también somos nosotros.
A partir de todo esto y de que al menos en un inicio creemos que, yo soy yo y tu eres tú ¿Cuáles son los elementos que forman mi sistema? ¿cuáles son esas partes que me interrelacionan? La respuesta para encontrar las coordenadas de mi mapa es compleja. Buscando ese equilibrio de mi sistema entre la estabilidad y el crecimiento, estoy convencida que la fuerza que más me mueve es el movimiento permanente. En una entrevista hace tiempo me describían así: “ una de las pioneras en poner en práctica el dejar atrás las preocupaciones, creándose nuevos retos y planteándose reflexiones para cambiar de actitud y a la postre de persona, una de las gotas que puso en marcha este Movimiento Líquido y a ella le debemos la idea de que el nomadismo no entiende de géneros” y así es: como el agua, buscamos la simpleza y la pureza y tendemos a movernos porque estancada se corrompe y, ya que somos agua en nuestra naturaleza, mejor permanecer en un constante movimiento purificador. Un movimiento líquido que nace como con las constelaciones, con la necesidad de expresar, sentir y vivir aprendiendo a movernos de manera diferente, para cambiar estructuras personales que no nos convencen y que con su movimiento, moje e impregne de sus propiedades todos los ámbitos de la sociedad y de la vida, refrescando y limpiando unas mentalidades a veces sumidas en el fango.